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Espeliermus

jueves, marzo 20

Mi PRÍNCIPE NO AZUL... ◔_◔

Esta vez bajo yo. Otra vez. Tanto andar diciendo lo que me gusta. Tanto andar contando sobre hombres que tengan pelo, que sepan cocinar churrascos, que jueguen de nueve y queden embarrados, que sean graciosos o que miren culos por la calle que ahora me llegó la hora. Era hora que yo misma, en persona, la que viste y la que calza, me desnude. Qué es eso de andar exigiendo sin ofrecer nada a cambio. En los comentarios me lo dijeron. Me pareció justo. Entonces acá estoy. Contándoles cómo soy cuando estoy de novia. Me tuve que poner a hacer memoria. Ya ni me acordaba cómo era. Es que para mí, estar de novia fue siempre como un gran ejercicio emocional. Primero te vas acostumbrando a salir de la soledad hasta que un buen día, sin saber por qué, como quien no quiere la cosa -o sí la quiere- terminás metida hasta el cuello. Enamorada es poco.

1. Me gusta acariciar la cabeza del Novio mientras me duermo o se duerme.
2. Le doy besos húmedos al Novio. Muchos. Odio los piquitos.
3. Compro regalos para el Novio hasta cuando el Novio no cumple años.
4. Bajo yo a buscar la pizza para que el Novio no se ponga las zapatillas.
5. No dejo que el Novio se aburra demasiado conmigo. Es regla.
8. Soy celosa con el Novio pero tampoco una enfermita.
9. Me compro ropa para que el Novio no me vea siempre con lo mismo.
10. Puedo dejar de hablar de mí y escuchar los problemas del Novio.
11. No pregunto “¿Y, te gustó Novio?” después de eso.
13. Sé preparar comida china para que el Novio sienta que comió raro.
14. Me hago amiga de la madre del Novio y consigo que me quiera.
15. Pateo penales en la arena para que el Novio sublime al fóbal.

Todo, aunque parezca que no, siempre me termina fluyendo…

No me gustan los tríos. ¿Será por eso que no me duran…?

La parte mala que la cuenten los que la sufrieron…




laura bassani

miércoles, marzo 19

¿POR QUÉ LOS HOMBRES SE ME RAJAN?






El hombre me conoce. Como a una chica más del montón. Le encanto. Como si fuera una mina encantadora con quien puede llegar a tener algo más si le pone ganas. Me gusta. Como cuando por fin encuentro a un tipo que me gusta y le pongo ganas. Salimos tres veces. Como si la vida fuera, en vez de apestosa, una vida fantástica. Caminamos de la mano por la calle. Como hacen los novios cuando están en ese estado raro. No me apura para tener sexo. Como se debe hacer conmigo. Entonces tenemos sexo. Como si fuera la última encamada de nuestra historia. Seguimos teniendo más sexo. Como si no me alcanzara y a él menos. Nos pasamos mates a la mañana. Como si hubiera confianza desde hace millones de años. Nos despedimos con un beso. Como en las películas de Meg Ryan. Me dice chau, linda, yo te llamo. Como quien no miente. Le creo cada letra. Como una pelotuda.

El muchacho nunca más aparece. Es un estigma diabólico que sufrimos las mujeres de la generación Clave de Sol. Esto me pasó a mí, a la chica del blog, en carne viva. No es una leyenda urbana como la del pibe en la bañadera con un riñon de menos. No, esto es plaga. Le pasó a una amiga. Le pasó a una amiga de mi amiga. Menos a mi madre, nos pasó a muchas. A ella nunca le pasaron estas cosas. Y cuando ocurre, o sea, cuando te dejan de garpe, evaluás teorías de todas formas, texturas y colores. Hablás de cuestiones físicas. Te mirás la panza. Citás a Freud. Analizás a su padre. Llorás en tu cama aferrada a un cuarto kilo de helado. Jamás le contás a tu madre. Insisto, a ella nunca le pasó lo que a vos te pasa. Hacés balances sociológicos sobre el hombre de este nuevo siglo. ¿Capitalismo + globalización = huída compulsiva? Leés El Amor Líquido. Seguís con el helado. Ellos se van, el helado se queda.

En mi caso, no sé cuál será el trauma, no sé de dónde vendrá el síntoma, no sé cómo habré hecho para llegar a tanto o de dónde se habrá heredado semejante enfermedad pilosa, pero siempre, siempre, siempre, termino pensando que el hombre se me rajó por lo mismo.

Porque seguro no estaba tan -microscópicamente- depilada.

Palabras de la excelente Laura Bassani